di Francisco Josè Martinez, «Anales del Seminario de Historia de la Filosofía», Boletín de bibliografía spinozista N.º 12, 28 (2011), pp. 408-411
El profesor Omero Proietti prosigue con esta nueva entrega su ya larga reflexión sobre la recepción que Espinosa llevó a cabo de los clásicos latinos. En esta ocasión examina el papel que el teatro clásico latino tuvo en la obra de Espinosa, teatro conocido de forma teórica y práctica en la escuela de Van den Enden. Éste, siguiendo la ratio studiorum jesuita, concedía gran importancia formativa al teatro, de manera que solía leer y representar con sus alumnos obras latinas e incluso llegó a escribir obras propias, como el Philedonius aquí traducido por Proietti, en las que seguía las indicaciones que sobre el teatro pedagógico y edificante se encontraban en los planes de estudios que los jesuitas desarrollaban en sus centros educativos.
El libro se articula en tres partes: en la primera se lleva a cabo una presentación de la vida y obra de Van den Enden destacando no su aspecto libertino y republicano, sino más bien sus orígenes jesuitas y su pertenencia al ámbito cultural flamenco y católico; la segunda parte desarrolla la actividad teatral que tuvo lugar en la escuela de van den Enden los años 1657 y 1658, años en los que Espinosa pertenecía a dicha escuela y en cuyo ámbito intervino en varias representaciones teatrales de Terencio y Séneca, cuya influencia Proietti rastrea en la obra de Espinosa; por último, la tercera parte analiza y traduce la obra de teatro Philedonius en la que el maestro de Espinosa muestra su erudición en el marco del modelo de teatro pedagógico y edificante impulsado por los jesuitas durante estos años.
La imagen de Van den Enden que aquí nos proporciona Proietti choca con la habitual ya que se nos muestra como alguien que no rompió con su educación jesuítica, sino que estuvo en contacto con las iglesias jesuitas clandestinas de Ámsterdam. Miembro de la "Congregación de los esclavos del Dulce Nombre de María", creada por Bartolomé de los Ríos y Alarcón a la que pertenecieron todos los gobernadores españoles de los Países Bajos entre 1626 y 1641, y comerciante de estampas piadosas en su galería de arte. Más que un libertino y un revolucionario esta imagen sitúa a nuestro autor en el ámbito de la Contrarreforma de inspiración jesuita y como un agente de la corte de Bruselas. El apoyo de las grandes familias católicas y de autores teatrales como Vondel, convertido al catolicismo por los jesuitas, impulsaron el desarrollo de la actividad teatral de su escuela que tuvo mucho éxito en estos años.
La educación latina que daba van den Enden se basaba, como ordenaban los maestros jesuitas, en la retórica y la acción dramática que encontraba en el teatro clásico latino su máximo exponente. Espinosa participó en estas actividades leyendo y representando obras latinas, y Proietti hace un análisis exhaustivo de las citas ocultas de Terencio y de Séneca, los autores favoritos de van den Enden, a lo largo de sus escritos. La presencia de estas citas en la obra de Espinosa es también esencial, según Proietti, para datar de forma adecuada el Tratado de la reforma del entendimiento (TRE) y la Gramática hebrea.
Sin embargo, una cosa es considerar el TRE como premisa metodológica de la Ética y datarlo en 1661-1662 y otra bien distinta es situarlo en 1656-1657 y considerarlo como una obra juvenil nunca concluida. E igualmente, una cosa es datar la Gramática hebrea entre 1665-1670 como elemento filológico que acompaña a la exégesis bíblica del Tratado teológico-político y otra diferente es considerarla en el marco de la Asociación cultural de Ámsterdam Nil volentibus arduum (preocupada por descubrir la grammatica universalis subyacente a las diversas lenguas históricas), y situarla en el período de 1670 a 1675. Las citas de Terencio pueden ayudar a datar el TRE dada la presencia constante en su obra latina de citas de este autor, especialmente del senex Simo de Andria y del esclavo Pármeno del Eunnuchus, lo que se relaciona con el aprendizaje de la lengua latina en la escuela de Van den Enden y con su participación en la representación de Andria en enero de 1657 y del Eunnuchus en mayo de 1658. Pues bien, se constata que el TRE es la única obra de Espinosa en la que no hay trazas de Terencio, es decir del trabajo sobre este autor desarrollado por Espinosa en los años 1657 y 1658. Proietti considera, pues, que el TRE es anterior a 1656 por la carencia de citas terencianas y además por la presencia en el mismo de un debate con Bacon y Descartes que fue la base de su conversión filosófica y su alejamiento de la Sinagoga que tuvo su culmen en julio de 1656 con su expulsión de la comunidad hebrea. Pero no sólo fue Terencio, también las tragedias de Séneca, especialmente las Troades fueron esenciales para Espinosa que las utiliza incluso en su última obra, el Tratado político en relación con la actuación en la guerra.
La tercera parte de la obra analiza el Philedonius y proporciona una traducción del texto. El texto muestra la conversión de un joven libertino y en él aparecen numerosas alegorías morales en el primer y segundo actos regidos por la Prudentia; religiosas en las primeras escenas del tercer acto dominadas por la Misericordia, y escatológicas en las escenas finales presididas por el Somnium. En la obra se subvierte la cultura pagana renacentista en clara resonancia contrarreformista y en conformidad con textos muy usados por los jesuitas como la Tabla de Cebes o la Consolación de la Filosofía. En esta obra se critica uno de los tipos de vida establecidos por los modelos clásicos: la vida de placer, a la que se unen la dedicada al dinero y a los honores. Opulentia, Honor, Voluptas son los tres objetivos clásicos que mueven a los hombres y a los que el teatro edificante jesuítico, y también el Philedonius, oponían la vida contemplativa y penitente cristiana. El nacimiento de Venus como exaltación del amor pagano y el mito de Don Juan en su aspecto del muerto que vuelve del infierno son elementos que figuran aludidos en el texto y que suponen el paso del falso sueño pagano al verdadero despertar cristiano. El mito de Don Juan como epítome del libertinismo, como un maquiavelismo dirigido a la vida amorosa y como negación total del culto barroco a la muerte tenía que ser combatido y así lo fue por el teatro jesuita que convertía a Don Juan en el ateo fulminado versión católica del Hércules, héroe erótico que desafía a los dioses y acaba quemado por la túnica envenenada. En el Philedonius aparte de esta condena del libertinismo se puede encontrar también la apuesta teológica por la salvación debida a la mera atrición por el miedo a las penas del infierno que los reformados rechazaban y el papel de la mujer santa que desciende del cielo en la figura alegórica de la Misericordia y que no puede por menos que recordarnos la adhesión de Van den Enden a la congregación mariana del Dulce Nombre de María aludida más arriba.
En conclusión, este libro tan sugerente, no sólo arroja una nueva visión que completa las visiones tradicionales de una personalidad tan compleja y multifacética como la del maestro de latín de Espinosa, sino que también ayuda a evaluar el papel decisivo de la tradición de los clásicos latinos en los aspectos formales y estilísticos del latín espinosiano, así como en los aspectos más teóricos y filosóficos de su obra.