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Il ladro di libri e altre bibliomanie

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  • Autore Nuria Amat
  • Codice ISBN (print) 978-88-6056-431-3
  • Linea Editoriale eum dir
  • Numero pagine 160
  • Formato 14x21
  • Anno 2015
  • Editore @2015 eum edizioni università di macerata
Signa
Eum Redazione

di Andrea Bresadola, Signa, 26 (2017), pp. 587-590

El presente volumen es la traducción italiana de El ladrón de libros y otras bibliomanías (Barcelona, Muchnik, 1988) de la escritora y especialista en técnicas de documentación Nuria Amat. Se trata de una autora polifacética, cuya vasta producción literaria incluye una rica trayectoria novelística además de obras de teatro, traducciones, ensayos etc. La versión italiana se debe a Eleonora Luzi y Nuria Pérez Vicente, estudiosa que se ha dedicado especialmente a la teoría y la práctica de la traducción. ¿Por qué se traduce solo ahora una obra de hace casi treinta años? Para contestar será necesario aludir a las relaciones culturales entre los dos países en las últimas décadas, y sobre todo entrar − aunque de pasada− en el mecanismo de los respectivos mercados editoriales.
El fin de la dictadura y el comienzo de la llamada Transición despertó en el mundo editorial italiano una cierta fascinación hacia las letras españolas. Sin embargo, la penetración de la narrativa fue irregular. Por lo que se refiere a las mujeres la escasez es especialmente llamativa si pensamos que en 1993 Danilo Manera (“Scrittrici iberiche e traduzioni italiane”, en Maschere, Bulzoni, pp. 83-90), reseñaba tan solo diez narradoras traducidas. El crítico, además, destacaba una tendencia “glamour-turística” que estaba en la base de la difusión de volúmenes colectivos de las escritoras españolas. En la intención de los editores, pues, se transmitía una visión de España como patria de la “movida madrileña”, y por consiguiente fragua de esa transgresión y despreocupación hedonística que hallaba su reflejo en una literatura desinhibida y amoral. Afortunadamente, el panorama de traducciones se ha ido ampliando en los decenios siguientes y sobre todo en los últimos 15 años. Las razones pueden ser múltiples: entre estas recordamos la constante intensificación de contactos culturales entre los dos países, el éxito internacional de autores como Ruiz Zafón y un renovado interés en ámbito académico para descubrir facetas menos conocidas de la literatura española. Todo esto ha determinado una creciente diversificación en los criterios de elección de las traducciones. Por ejemplo, como ha demostrado Simone Cattaneo (“Premi letterari e traduzioni (1990-2012): il caso Spagna-Italia”, Tintas 3, 2013, pp. 135-200), a partir del 2000 se hacen más frecuentes las traducciones de novelas ganadoras de los históricos premios literarios españoles. Otro factor que puede cautivar la atención de la industria editorial italiana es la pertenencia a géneros identificables y de moda, que pueden contar con la seguridad de una acogida positiva por parte del lector, y por eso suponen pocos riesgos comerciales. Así, por ejemplo, las novelas policíacas de Alicia Giménez Bartlett o las supuestamente eróticas de Almudena Grandes y Lucía Etxebarría (que, de nuevo, creo responden a otra lectura estereotipada de España que se da en Italia).
Sin embargo, a pesar de estas aberturas persiste una cierta resistencia de los editores italianos para difundir narrativa española que salga de ciertos cánones y del círculo de autores consagrados. Además cuando esto sucede se trata casi siempre de productos de minoría. El libro de Nuria Amat entra por varias razones en esta categoría de libros de difícil “exportación”. Aunque la autora (nacida en 1950) se puede colocar precisamente en la generación que se asoma a la vida literaria a finales de los setenta/principio de los ochenta, su libro no responde a las expectativas de un lector que busca tópicos sobre España o el reflejo de una época lúdica y de desenfrenada libertad social. A esto hay que añadir la imposibilidad de definir un volumen que no se deja encasillar en los compartimentos estancos de los géneros tradicionales. Se presenta, pues, como un híbrido entre narrativa y ensayo, ficción y autobiografía, juego metaliterario y precisión documentalista. Esta forma fronteriza que junta los contrarios es característica de la autora, que ha declarado en numerosas ocasiones ser partidaria de creaciones originales y de sostener un “terrorismo constante […] contra los géneros literarios” (“Todos somos Kafka”, en Maschere, p. 58). Así, aunque en su página personal se le pone bajo la voz “narrativa”, El ladrón de libros va más allá de cualquier etiqueta: es un “libro sobre el libro” en el que hallan cabida segmentos de ficción, bibliografías, anécdotas (más o menos camufladas de literatura), reflexiones sobre el presente y el porvenir de la literatura, su proyección social etc. Además, es buena muestra de ese constante diálogo con autores del pasado típico de nuestra autora. Todo esto configura una obra de recepción no inmediata y de orientación culta. Estas razones llevaron Pérez Vicente ya hace diez años (La Narrativa española del siglo veinte en Italia, ESA, 2006, p. 263)1 a advertir de la problemática difusión de la obra de Amat: “La introducción en Italia de esta autora de corte tan intelectual es difícil: ni siquiera su novela La intimidad, de tema intimista y femenino, ha visto la luz en este país”. Efectivamente, se han traducido solo la “colección de cuentos” Monstruos (Roma, Biblioteca del Vascello, 1995 y Robin, 2002) y otros pequeños fragmentos, como el artículo “Toda la verdad sobre el caso Mercader”, recientemente aparecido en la revista “Lettera Internazionale” (120, 2014).
Frente a esta situación, Il ladro di libri puede ser, entonces, importante aportación a la difusión en Italia de la escritora que Juan Goytisolo en 2009 consideraba “la mejor novelista del momento”. Lo publica EUM −editorial de la Universidad de Macerata− cuyo propósito es “dirigirse a un público más amplio que el de las micro-comunidades académicas”.
Cuando apareció en 1988, el libro era una auténtica novedad: como escribe José Luis Melero, en el prólogo a Las confesiones de un bibliófago de Jorge Ordaz (que salió justo un año después), entonces “apenas nadie escribía sobre estos temas” y solo años más tarde “llegarían otros muchos libros de ficción relacionados con el amor a los libros”. Una rápida exploración por las páginas del libro de Amat, sin embargo, puede demostrar todavía su originalidad y modernidad. Los siete capítulos en los que se estructura son distintos por estilo, técnicas narrativas y longitud y ofrecen enfoques distintos del objeto libro, del libro como personaje protagonista de un libro.
En el primer capítulo se cuenta el vínculo “religioso” de la narradora (¿o la autora?) con el libro: una relación “religiosa”, que nace de la adoración material de misales. Empieza aquí el proceso de antropomorfización del libro que encontraremos a lo largo de todo el texto. Este adquiere, pues, comportamientos, sentimientos y anhelos propios de los seres humanos. Como ha sintetizado Luca Ferrieri refiriéndose en general a la producción de Amat, “dell’impenitente abitudine a leggere il mondo attraverso un libro reca traccia anche la tavolozza metaforica e quella dell’aggettivazione, visto che non c’è situazione della vita che non venga riportata, in qualche modo, all’oggetto libro” (“Amori di biblioteca”, en La biblioteca e l’immaginario, Bibliografica, 2004, p. 92). Dentro del vasto abanico de estilos y registros ensayados por la autora, se encuentra también el tono cómico, como en el divertido párrafo “L’erotica del libro” en el que se describen varios tipos de “contacto físico” entre libro y lector. Asistimos así a un desfile de tipos de “posesión” que van de las dedicatorias a limpiarse las uñas en las páginas pasando por los restos de comida dejados entre las hojas. Todo un repertorio que contribuye a desacralizar el libro dándole una dimensión humana (y no humanista), alejada del concepto museístico y casi fetichista frecuente entre los especialistas.
El segundo capítulo es de corte más intelectual-ensayístico con un viaje a través de bibliotecas de diferentes escritores. En tal recorrido hallamos la mezcla entre realidad y ficción tan cara a la autora: la primera biblioteca moderna de Petrarca pero también la fantástica de Borges o don Quijote. A continuación (cap. 3) leemos cuatro cuentos de “diagnosis” de enfermedad bibliófila: la de James Spencer, obsesionado por ser el único poseedor de una rara edición de la Eneida; la de Monsieur Anselmo, que llega a llenar ocho casas de libros; la del señor Donat, que vive y muere en función de su biblioteca; y, finalmente, la de la pareja cuya vida matrimonial está ligada a la de sus respectivos libros.
El capítulo cuarto se centra en el papel de ordenador en la lectura y escritura del mañana. A pesar de los frenéticos cambios que ha experimentado la fruición del libro (debidos, entre otras cosas, a la aparición de Internet y la popularización de ordenadores y e-books) las reflexiones de la autora siguen siendo actuales. Como escribe Pérez Vicente en su introducción: “Il merito maggiore è quello di definire il nocciolo vero della questione, cioè la relazione stretta e reciproca fra tecnica e sapere umanistico”. En sustancia, la autora ve en el progreso informático una ayuda a la catalogación y a la lectura, pero desconfía de que la máquina pueda un día llegar a ser autónoma en la labor creativa.
Los dos capítulos siguientes están en cierta medida relacionados con el mismo tema, aunque se vuelve a tipologías más narrativas. Son dos cuentos sobre la creación de programas informáticos: en el primero se busca uno capaz de escribir autónomamente, en el segundo de matar a un ex amante. Los dos presentan una narración intradiegética: “truco” del que se sirve a menudo la autora para involucrar al lector. Además, Amat introduce anécdotas personales dentro del mundo novelesco, jugando entre realidad y ficción y configurando el que llamó “baile constante de disfraces consigo mismo” (“Todos somos Kafka”, p. 59). Refiriéndose al capítulo 5, la narradora explicó en el mismo artículo: “puedo estar escribiendo un relato en el que la narradora está casada con un ingeniero americano de raza oriental […] En estos casos me divierto haciendo creer al lector que la narradora no es otra que la propia autora del texto, pues pongo cuidado en incluir en la narración algún detalle biográfico particular que sirva para acentuar el carácter autobiográfico cuando en realidad todos los detalles son ficticios” (p. 57).
El libro se cierra con el “Discorso d’ammissione all’Accademia di Scrittori Intelligenti e Macchine Superintelligenti” (con relativa respuesta) en el que, de nuevo, ironía y parodia se mezclan a reflexiones sobre el futuro del libro.
Precede el texto la introducción de Pérez Vicente “Nuria Amat, l’alchimista della parola”: aquí la estudiosa traza un perfil de la autora catalana y de su contexto literario, para centrarse luego en el análisis de El ladrón de libros. Añade, finalmente, una nota sobre la traducción, en la que da cuenta de la dificultad para reproducir un lenguaje deliberadamente ambiguo, polisémico y cargado de lirismo. El lector italiano, de todos modos, difícilmente se dará cuenta de estar leyendo una traducción, vista la fluidez de la traducción.

1 Parte de su tesis de doctorado, con mención europea, realizada en este Centro de investigación
(SELITEN@T) de la UNED. en 2004, dirigida por el profesor José Romera Castillo.

https://bit.ly/2mcYYp7

 
Ticontre. Teoria Testo Traduzione
Eum Redazione

Nuria Pérez Vicente, “Nuria Amat. Traducir la ambigüedad”, in «Ticontre. Teoria Testo Traduzione», VIII, (2017), pp. 273–289.

"Este artículo se centra en lo que hemos llamado “escritura ambigua” de una de las más destacadas escritoras españolas contemporáneas, Nuria Amat, y en su traducción. La razón de tal ambigüedad es, como dirían Gloria Anzaldúa y Pilar Godayol, que su escritura se mueve en terrenos propios de la frontera: frontera entre géneros, porque en ella conviven ensayo, novela, aforismo, poesía; entre ficción y realidad, ya que lo autobiográfico se mezcla con lo ficticio; y, sobre todo, frontera lingüística porque, siendo su lengua materna el catalán, la autora escribe en un castellano “que no le pertenece”. Ello da lugar, como veremos, a una lengua “otra”, rica de formas y significados, tanto que algunos han definido a Amat como “alquimista” o incluso “bricolagista” de la palabra..."

L’articolo è reperibile al sito http://www.ticontre.org e nella sezione download

 
Scaffale
Eum Redazione

Per la rubrica "Scaffale" in onda all’interno di "Buongiorno Regione" e del "TG Marche" l’11 gennaio 2017 Maria Francesca Alfonsi ha segnalato il volume di Nuria Amat “Il ladro di libri e altre bibliomanie” tradotto da Nuria Pérez Vicente e Eleonora Luzi.

Guarda la puntata (min. 24.00 ca)
http://www.rainews.it/dl/rainews/TGR/multimedia/ContentItem-7867408f-04b5-42c6-98db-3b484a4412b6.html

 
RESEÑAS
Eum Redazione

Di Elena Carpi, RESEÑAS, CUADERNOS AISPI, 8 (2016), pp. 261-263

Nuria Pérez Vicente, profesora de la Universidad de Macerata y Eleonora Luzi, doctora por esta misma Universidad, proponen a la atención del público italiano una autora española escasamente conocida, ya que su única obra traducida ‒ Mostri, al cuidado de Danilo Manera ‒ remonta a 1995. Nuria Amat es una escritora nacida en Barcelona, cuyo cosmopolitismo la ha llevado a vivir en Estados Unidos, Europa y México; sus obras ‒ novelas, relatos, ensayos, artículos ‒ han sido traducidas en muchos países europeos y extraeuropeos.
La traducción de Pérez Vicente y Luzi de El ladrón de libros y otras bibliomanías (1988), una de las primeras obras de Amat, brinda al lector la posibilidad de reflexionar sobre lo que significa ser un bibliófilo, de interrogarse sobre la relación con el libro considerado como “oggetto di passione” (24), pero también, al mismo tiempo, sobre lo que significa ser escritor. Como subraya la misma Amat en el prólogo, se trata de un “libro sul libro” (19), que escapa a una rígida clasificación por géneros y manipula la ficción literaria jugando con la autobiografía, verdadera y fingida. Es una colección de relatos que posee contornos difuminados y borrosos, y que juega con espejismos.
El primer relato, “Storia personale del libro”, introduce al lector en el nacimiento y desarrollo de la bibliofilia de la autora, analizada a través de la “erotica del libro” (31), considerado un objeto de deseo, perseguido y huidizo. El título del segundo, “La biblioteca che altri chiamano universo”, que juega con el íncipit de la “Biblioteca de Babel” de Borges, induce a considerarlo un relato, aunque presente una bibliografía final y las notas a pie de página típicas de un ensayo científico. El tercero, “Diagnosi della malattia”, tiene asimismo las características de un ensayo científico, pero está formado por cuatro cuentos intercalados.
Los relatos finales – que comparten con los primeros la opacidad del género - proponen el tema del papel de la informática tanto en la vida de los ciudadanos de a pie como de los escritores. Nuria Amat es licenciada en Filosofía y Letras y doctora en Ciencias de la Información, y en sus textos estas disciplinas aparentemente tan lejanas se perciben como complementarias y cómplices. “Lo scrittore informatizzato” se presenta como un ensayo, aunque falto de bibliografía, en el cual la autora preconiza la posibilidad futura de que el uso de los ordenadores y la llegada de los lectores de libros electrónicos provoquen la ciberadicción. El relato que da el título a la obra se presenta como un cuento en primera persona, supuestamente autobiográfico. El ladrón de libros no es alguien que robe materialmente los libros, como sucede al personaje de “Storia personale del libro” (23), sino todo aquel que dé forma escrita a sus ideas, fenómeno que se produce siempre a través de un proceso de falsificación. También en este caso, resuenan las palabras de Borges en epígrafe a “Fervor de Buenos Aires”: “Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras nada poco difieren; es trivial y fortuita la circunstancia de que seas tú el lector de estos ejercicios, y yo su redactor” (Jorge Luis Borges, Tutte le Opere, a cura di Domenico Porzio, Arnoldo Mondadori Editore, 1984: 8).
Los ordenadores permiten a los personajes de Amat deconstruir frases y textos para volver a crear nuevos textos; entre personas y máquinas se establece casi una relación física mediante otra forma de hacer sexo, en un laboratorio informático que la escritora denomina “postribolo terapeutico” (127). Para Amat, el poeta, el amante, el místico y el programador comparten la condición de ser animales nocturnos: “non ci sono influenze esterne, siamo posseduti” (126). En “Linguaggio assassino” la programadora Berenice utiliza su ordenador para encontrar un medio que le permita matar a su ex novio, encontrándolo en un texto escrito por su ordenador. Aquí también es dificil no pensar en el universo borgiano: “mi parlò dell’affinità che univa il suo linguaggio all’arte della cabala: la combinazione delle parole offriva come risultato dei displays affascinanti, come se l’unità centrale del processo fosse stregata” (142).
Asimismo, en el relato con el larguísimo título “Discorso d’ammissione all’Accademia di Scrittori Intelligenti e Macchine Superintelligenti, di Nuria Amat, e risposta da parte dell’accademica Intelcomp 45, n° di serie 2184, di nome Conrad”, Amat nos introduce en un juego narrativo basado en la posibilidad de los ordenadores de ser autores de textos y en la imposibilidad de distinguirlos de los seres humanos. En la respuesta de “Intelcomp 45” se hace hincapié en el hecho de que “si pubblicano opere ‘d’autore’ che si direbbero scritte da macchine ‘intelligenti’” (pág. 156); el uso del apellido Conrad como nombre de la académica juega con la referencia literaria al autor inglés y con la ambigüedad entre hombre y máquina entre género masculino y femenino. A su vez, la escritora se convierte en un personaje de ficción, Nuria Amat-Spielman, autora de un libro titulado La revolución del conocimiento, publicado por la editorial Saura & Palés.
En definitiva, hay que agradecer a Pérez Vicente y Luzi su difícil labor, que pone al alcance del lector italiano un libro fascinante y polifacético; en efecto, El ladrón de libros y otras bibliomanías supone un verdadero reto para el traductor, ya que hay que comprender la compleja prosa de Amat y desenmarañar el entramado de referencias literarias explícitas e implícitas, de autobiográfia y novela, de estilo ensayístico y narrativo que la compone. Es un reto que las traductoras superan con éxito, debido especialmente a su correcta comprensión de la hibridación del castellano “impuro” de Amat ‒ según sus propias palabras ‒ con el catalán, y a una particular sensibilidad para reconocer y expresar en italiano la polisemia que lo caracteriza.

http://www.aispi.it/wp-content/uploads/cuadernosaispi_8_2016_resenas.pdf

 
Tintas. Quaderni di letterature iberiche e iberoamericane
Eum Redazione

Di Simone Cattaneo, Tintas. Quaderni di letterature iberiche e iberoamericane, 6 (2016), pp. 141-143. issn: 2240-5437, http://riviste.unimi.it/index.php/tintas

La traduzione italiana di El ladrón de libros y otras bibliomanías di primo acchito sembra rispondere, come sottolinea Pérez Vicente (p. 5), alla volontà di far conoscere nella nostra penisola Nuria Amat (Barcellona, 1950), una scrittrice molto apprezzata nei circoli intellettuali spagnoli e catalani in cui lettura e scrittura vengono considerate uno strano, ma assolutamente necessario, modo di vivere. Tale impressione viene rafforzata se si presta attenzione all’anno di uscita dell’originale (1988) e ai temi portanti: i libri e il rapporto tra la pagina stampata e i computer. È innegabile infatti che, in entrambi i casi, il quarto di secolo intercorso tra la stesura del testo e l’attualità sia stato testimone di importanti cambiamenti: nell’ambito dell’editoria si è assistito all’affermarsi di un mercato sempre più globale e incline alla promozione dei best-seller, mentre sul fronte informatico si sono sviluppati tecnologie e dispositivi (dall’ipertesto all’e-book, dai videogames ai romanzi interattivi online, ai tablet, ecc.) che hanno costretto a tornare a interrogarsi sull’atto del leggere o sul concetto di ‘narrazione’. Eppure, paradossalmente, è proprio in questi frangenti che gli scritti di Nuria Amat dimostrano una buona tenuta allo scorrere del tempo, imponendosi come riflessioni non ancora superate e offrendo ulteriore materiale a chi oggi cerca di orientarsi nel labirinto di un Minotauro metà lettore e metà cibernauta.
La struttura e l’impostazione dell’opera ne rivelano fin da subito la modernità perché i tasselli che la compongono attraversano di continuo le labili frontiere delle memorie personali, del racconto e del saggio, tessendo una rete testuale dalle molteplici ramificazioni, minata di continuo da quella specie di realtà virtuale o aumentata che è l’autofinzione. Anzi, è proprio il dipanarsi sottotraccia di una storia personale a dare coesione a Il ladro di libri e altre bibliomanie, in un doppio movimento esistenziale e culturale che, legato da un nodo gordiano, va dall’infanzia all’età adulta e dal libro cartaceo ai pixel, in un’intelligente reazione a catena tra tradizione e postmodernità, in cui un polo non esclude l’altro, ma, al contrario, si erge a punto di appoggio per una scrittura e una lettura sempre più consapevoli e profonde, anche perché alla base di questa tensione vi è l’impulso, prevalentemente umano, della creazione. Di fatto, un’altra possibile chiave di lettura, sulla falsariga della transizione dalla fanciullezza alla maturità, è quella che conduce dalla materialità dell’oggetto ‒ da una conoscenza legata quindi al senso del tatto ‒ alla volatilità delle parole, dei dati e della mente, sintomi di autonomia intellettuale, libertà e coscienza di sé.
L’ingegnosa boîte en-valise di Amat si apre con una sorta di diario o confessione, “Storia personale del libro”, in cui è appunto la dimensione empirica delle pagine a prevalere: è lì, nella fisicità della rilegatura, del formato, dove la piccola protagonista scova la porta di accesso a quello che sarà anche un amore platonico, costantemente associato però all’idea della presenza, all’azione di comprare, osservare o rubare, vissuta come l’impossessarsi di un talismano misterioso in grado di proteggere dalla timidezza o dall’assurdità del mondo: «Il libro è l’oggetto più appariscente; tra gli oggetti seduttori forse è il più puro dal momento che (parafrasando Baudrillard) alla memoria e alla ricchezza del pensiero accompagna il suo silenzio, la sua freddezza» (p. 25). I libri, in seguito, si moltiplicano, edificano barriere e diventano biblioteche da godersi e da spiare, sfingi che nascondono l’enigma del carattere dei loro proprietari, esseri insonni o assurdi che, su file di scaffali, provano a ricostruire il proprio volto.
Alla relazione tra scrittori o bibliomani e l’arte di accumulare volumi è dedicato il saggio “La biblioteca che altri chiamano l’universo”, una chiara strizzata d’occhio borgesiana in cui si spulcia tra le letture di autori noti (Petrarca, Proust, García Márquez, Juan Goytisolo, ecc.) alla ricerca dei testi mai letti o perduti: «È pertanto certo che un libro ‒ come annota Borges ‒ si legge per la memoria ma non è meno vero aggiungere che si legge anche per l’oblio, dal momento che è solo a partire dalla dimenticanza, e dallo sforzo e dall’impegno costante di dover ricorrere al ricordo, che possiamo sviluppare la nostra immaginazione e in fin dei conti la nostra attività intellettuale e creativa» (p. 55). Si riprende poi il filone vincolato al possesso di opere più o meno prestigiose, riportando alcuni aneddoti riguardo a follie o crimini commessi a causa dei libri, senza tralasciare il timore più grande di qualsiasi collezionista: il fuoco che divora carta e parole restituendo fumo e silenzio.
L’ossessione libresca ritorna in “Diagnosi della malattia, quattro casi di bibliomani e una bibliografia”, bizzarro polittico in cui spiccano i ritratti di infervorati bibliofili disposti a tutto pur di essere gli unici possessori di un’edizione dell’Eneide stampata da Aldo Pio Manunzio, oppure affetti dalla smania di aggiungere nuove acquisizioni a un catalogo pressoché sconfinato, o propensi a sacrificare ogni cosa pur di non dover rinunciare al conforto dei tomi sfogliati e accarezzati in stanze stipate all’inverosimile, incuranti dei limiti architettonici degli edifici o degli equilibri, ancor più precari, delle relazioni amorose.
Se fino ad ora però Amat ha ordito un canto ironico e appassionato al libro classico, dotato di un’aura quasi mitica, o comunque contraddistinto da un fascino ambiguo in continuo dialogo con la psicologia dell’individuo, ecco che a partire da “Lo scrittore informatizzato” introduce la componente tecnologica all’interno del mondo analogico delle lettere, svelando le contraddizioni e le possibilità inedite sorte dall’interazione tra il foglio bianco e lo schermo, dall’oscillare tra un supporto cartaceo e uno elettronico, sottolineando i pregi, i difetti e le potenzialità sia dell’uno che dell’altro, in un’auspicata convivenza pacifica determinata da un approccio cosciente e lungimirante. Al centro di questa ragnatela, di fatto, vi è l’essere umano, e l’autrice insiste a più riprese nel porre in evidenza che sono proprio le apparenti debolezze dell’uomo a garantirgli una netta superiorità rispetto ai computer, in particolare nel campo creativo, poiché grazie all’impossibilità di memorizzare ogni dettaglio riusciamo a far sedimentare in noi le opere altrui, ad assimilarle e a infondere in esse una vitalità che le rinnova e le potenzia: «La macchina non può dimenticare. In questo siamo ancora in vantaggio noi. Inoltre, l’impegno profuso nel memorizzare citazioni, passaggi e idee di altri autori può portarci a paralizzare la mente fino al punto di impedirle la creazione di qualcosa di nuovo, originale e peculiare. Quindi – per ciò che concerne il lavoro dello scrittore ‒ non è così rilevante memorizzare minuziosamente […] quanto il fatto di essere capaci ‒ attraverso la dimenticanza conseguente ad una lettura creativa ‒ di reinventare quelle o altre storie» (p. 108).
Da queste ‘premesse’ teoriche nasce il racconto “Il ladro di libri”, tra le cui righe riaffiorano, in un gioco metaletterario, memoria e citazione, giacché la narratrice rivela la sua tecnica di scrittura, confidando al lettore che tutte le sue opere sono soltanto mosaici di frasi espunte da altri testi, perché nessuno, nello stringere tra le dita una penna per narrare, può sottrarsi a questa specie di cleptomania inconscia. La sua carriera di programmatrice informatica la spingerà in seguito a portare all’estremo questo approccio meccanico, ideando un programma per confezionare automaticamente libri.
“Linguaggio assassino” è quasi un prolungamento ideale dell’esperimento anteriore perché, oltre a sfruttare un io narrante affine, la protagonista, Berenice, vuole vendicarsi di una delusione sentimentale e delle umiliazioni subite fondendo linguaggio informatico e linguaggio umano, con il solo fine di causare la morte dell’ex convivente.
Una volta sovrapposti i due poli attorno a cui ruota Il ladro di libri e altre bibliomanie, Amat chiosa quanto riportato con un graffiante “Discorso di ammissione all’Accademia di Scrittori Intelligenti e Macchine Superintelligenti, di Nuria Amat, e risposta da parte dell’accademica intelcomp 45, n° di serie 2184, di nome Conrad”, dove, pur apprezzando l’accesso libero all’informazione per mezzo di Internet, non rinuncia, appellandosi alle proprie conoscenze biblioteconomiche, a porre l’accento sull’importanza della metodologia nel consultare archivi e documenti all’interno di una massa di saperi ogni giorno più vasti e specifici, segnalando inoltre il rischio, da parte di scienziati e umanisti, di produrre elaborati di scarsa originalità, collages di quanto raccolto durante le ore di navigazione, molto simili ai testi sfornati in serie dal computer di “Il ladro di libri”, studi asettici e puntigliosi, privi di quell’oblio che è lo stigma della creatività, destinati a ingrossare il maremagnum di saggi e articoli in cui si fatica a separare i contributi di qualità dagli apporti mediocri, sostituendo così il tempo della lettura con quello della cernita. In un procedimento parodico e sottilmente caustico, la Macchina Superintelligente intelcomp 45, controbatte ogni singola argomentazione e prova una stoccata finale che dischiude il paradosso dell’impossibilità di comprendere a chi appartenga davvero l’ultima parola: «Il mio suggerimento sulla questione sarebbe quello di apprendere come apprendere ciò che ormai non deve fare uno scrittore di fronte a una tecnologia che lo sfida nei procedimenti più banali e meccanici della scrittura» (p. 158). Si tratta, ovviamente, dell’ennesimo gioco di specchi concesso dall’estrema flessibilità della letteratura: il lettore ha tra le mani un libro cartaceo e sa benissimo che a muovere le fila della finzione può essere soltanto l’estro di Nuria Amat.

 
Finalmente tradotto anche in Italia l’intrigante volume di Nuria Amat IL LADRO DI LIBRI E ALTRE BIBLIOMANIE
Giancarlo Petrella

Il Giornale di Brescia, lunedì 26 settembre 2016

Nel 1836 sulla Gazette des Tribunaux apparve, in forma anonima, una vicenda che si pretendeva realmente accaduta e riguardava un libraio di Barcellona di nome Don Vincente, colpevole di alcuni omicidi commessi per procacciarsi libri di straordinaria rarità. La vicenda, a lungo ritenuta vera, ispirò di lì a poco un delizioso racconto del giovane Flaubert dal titolo, appunto, «Bibliomania». Racconta di Giacomo, un libraio ex monaco, che viene accusato di aver ucciso un collega e altre due persone per mettere le mani su una preziosissima Bibbia a stampa che riteneva essere esemplare unico.
Appartengono di diritto a questo filone, sebbene la bibliomania non raggiunga qui esiti tanto perniciosi, i quattro racconti che fanno parte del più ampio e intrigante «Il ladro di libri e altre bibliomanie» della spagnola Nuria Amat, pubblicato nel 1988 («El ladrón de libros») ma solo di recente apparso in traduzione italiana a cura di Nuria Pérez Vicente ed Eleonora Luzi per la casa editrice Eum dell’Università di Macerata (158 pagine, 15 euro). Nell’opera, la cui traduzione italiana avrebbe certamente accolto con gioia Umberto Eco, convivono, con raffinato equilibrio condito da una buona dose di ironia, le riflessioni della bibliofila che giocava col fratello nell’immensa biblioteca paterna, della bambina precoce collezionista di messali, della scrittrice che intesse «un libro sul libro», della bibliotecaria che riflette sull’ordine bibliografico, della studiosa infine che ragiona sul futuro del libro dopo l’avvento delle nuove tecnologie.
Ma si torni, come detto, al tema centrale dell’amore passionale per i libri, declinato nella forma più assoluta e patologica. Col titolo «Diagnosi della malattia, quattro casi di bibliomani e una bibliografia» Nuria Amat offre al lettore altrettanti esempi di bibliomania. In apertura la vicenda di lord James Spencer, possessore di una superba collezione di esemplari rarissimi se non unici, capace di lanciare tra le fiamme un libro a lungo inseguito e per il quale non aveva esitato a sborsare una cifra spropositata solo per assicurarsi, con tale gesto strampalato, che la copia già in suo possesso restasse così davvero l’unica conosciuta. Protagonista dell’ultimo delizioso racconto breve è invece una coppia composta, manco a dirlo, da due irriducibili bibliomani, le cui vicissitudini matrimoniali dipendono proprio dai libri.

 
Polizia e democrazia
Eum Redazione

di Michele Turazza, Polizia e democrazia, n. 170, gennaio-febbraio 2016

“Coloro che sono contagiati dalla passione bibliomane non sono soliti confessare enigmi e vicissitudini che derivano dal loro amore per i libri. Noi che ne nutriamo il culto condividiamo con il libro una sorta di intimità rispettosa, sacra e preclusa agli altri. È forse la bibliomania una malattia di cui provare vergogna?".
Chi sono i bibliomani? Quali grandi autori lo sono stati? Come erano le loro biblioteche? Che futuro ha il libro di carta? Sono domande cui cerca di dare una risposta Nuria Amat, l'Autrice spagnola di questo metalibro, ancora poco nota in Italia e finalmente pubblicata per i tipi delle Edizioni Università di Macerata. “Non ho l'abitudine di prestare libri indiscriminatamente e quando mi decido a farlo non prendo nota del prestito perché lascio i libri solo agli amici e gli amici intimi sono sempre pochi”.

 
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