di Fernando Pascual, L.C., Recensioni, Alpha Omega 25 (2022), 155-157
Son muchos los años en los que Arianna Fermani, profesora de historia de la filosofía antigua en la Universidad de Macerata (Italia), ha dedicado y dedica su tiempo y sus capacidades al estudio y la presentación actualizada de aspectos clave de la ética del mundo griego.
El presente volumen, que es una reedición, corregida y actualizada, desde la primera edición (del año 2006), facilita el acceso a las intuiciones que Fermani desarrolla a partir de los dos grandes pensadores griegos del mundo antiguo, Platón y Aristóteles, además de que se trata, en cierto modo, de su primera publicación, como recuerda Salvatore Natoli en el prefacio (p. 11). La intuición del método seguido por Fermani, según Natoli, consiste en no limitarse a hacer un estudio de tipo arqueológico, sino que se apoya en los antiguos para ver qué dicen sobre nosotros y cómo nos ayudan en un tema tan concreto y experiencial: la felicidad (pp. 13-15).
Aunque se trata de una nueva edición, con algunas actualizaciones, vale la pena recordar al menos el sentido y la estructura de este estudio. La Autora, en la introducción, no expone el esquema ni el método seguido, sino que entra directamente en el tema de la felicidad, ante el cual tocamos en su sentido más pleno lo que significa vivir (pp. 24-25). De ahí que se evoque la famosa reflexión de Sócrates en la República (352d), según la cual la pregunta sobre la felicidad resulta de especial importancia, pues la respuesta conlleva descubrir en qué manera sea posible un vivir basado en lo correcto.
El material está organizado en dos partes. La primera abarca cinco capítulos, mientras que la segunda está dividida en dos. En el capítulo primero se aborda la felicidad como pregunta, que se articula en dos ámbitos: uno sobre la felicidad en cuanto noción, otro sobre la felicidad vista como reto y aspiración. Para ello, y tras un camino por definir lo que sea la felicidad (con especial atención al término griego eudaimonía), se afronta el hecho de la coexistencia de diversos modos de concebir la felicidad, que surgen de las diferentes formas de vida.
Con el capítulo segundo la mirada se dirige al complejo tema del dolor, algo subrayado en el prefacio de Natoli. Fermani se fija en el sufrimiento como una especie de límite y obstáculo a la felicidad, sobre todo cuando llega al extremo de la muerte. Frente a la misma, la actitud del filósofo consiste no en alargar la vida (lo cual no depende de nosotros), sino en esforzarse por vivir bien (86-88).
Del tema del dolor se pasa al tema del placer, relacionado con la felicidad, en el capítulo tercero. Tanto Platón como Aristóteles analizaron el placer, su origen, su sentido, y la necesidad de ser integrado y moderado desde criterios superiores, en vistas a lograr una sana armonía en la vida humana (133-146). De ahí es natural pasar al estudio de la felicidad como realización de uno mismo que se expresa con la noción de virtud o excelencia (areté), lo cual es el argumento abordado en el capítulo cuarto. La virtud es fuerza, es un saber y poder vivir bien, es lograr la armonía desde la justa medida, que evita los excesos y que permite que el todo y las partes se integren de la mejor manera posible (pp. 184-189).
Sin embargo, la felicidad no está completamente en nuestras manos ni depende de la virtud humanamente alcanzable. De allí surge la necesidad de discutir sobre el papel de los bienes exteriores (o, más en general, de cualquier cosa que no dependa de nosotros plenamente), y ese es el objeto de los análisis del capítulo quinto. Aristóteles reconoce el papel de la fortuna como condición de la felicidad, pero también destaca aquello que depende de nosotros, lo que es posible llevar a cabo desde las decisiones personales (pp. 214-224). Por eso, la Autora señala justamente las diferencias entre Séneca (que invita a despreciar los bienes exteriores), y Platón y Aristóteles (que saben que es posible un buen uso de tales bienes, pp. 228-230). Por eso también resulta tan importante la prudencia, la cual, en cierto sentido, sería superior a la sabiduría (p. 240).
Con las reflexiones recogidas en el último capítulo de la primera parte se pasa, en la segunda parte, a analizar la serie de interacciones entre el ser humano (en cuanto agente) y aquello que es recibido y rodea a cada uno. Inicialmente (capítulo primero), Fermani centra su atención en la naturaleza que caracteriza a cada uno, que sería como una especie de budget o capital desde el que luego se toman las decisiones (p. 249). Al respecto, resulta interesante subrayar cómo la contraposición entre un Platón dualista y un Aristóteles que define al alma como forma no separable de la materia no hace justicia a los dos autores griegos, que afrontan el tema de la felicidad desde una visión del hombre compuesto por alma y cuerpo que también puede ser visto como alma (pp. 254-257). Otra idea subrayada en este capítulo consiste en la responsabilidad personal en los resultados de felicidad o infelicidad, que son consecuencia de nuestras elecciones. Al respecto, resulta especialmente ilustrativa una cita de A. Carrera que la Autora reproduce aquí: «El infierno es la vida cuando se toma la dirección equivocada, la repetición interminable de aquello que sea lo peor que cada uno haya cometido durante su propia existencia» (p. 285).
El capítulo siguiente culmina estas reflexiones, al presentar la felicidad como conquista de plenitud, como aquella actividad que no se limita a alcanzar un objetivo, sino que en sí misma resulta placentera y deseable por perfeccionar, en cuanto actividad, a quien la realiza. La imagen de las plantas en primavera, en plena expansión, sirve para describir ese continuo autoperfeccionamiento de las buenas actividades que, en cierto modo, se alimentan a sí mismas en una especie de espiral de plenitud (pp. 300-301). De ahí que se pueda llegar a una especie de definición de felicidad, desde las contribuciones de Platón y Aristóteles: «La felicidad es la misma existencia, pero solo si es vivida bien, si la vida, en su conjunto, funciona» (p. 307, cursiva en el texto).
En las conclusiones, Fermani recuerda, con una cita de Spaemann, que en el tema de la ética hay poco nuevo, pues solo lo falso sería novedad (p. 313). Por lo mismo, señala que su investigación ha corrido de la mano de Platón y Aristóteles que, en contra de una cierta línea interpretativa, estarían más cerca entre sí de lo que muchos imaginan por lo que respecta al tema de la felicidad (pp. 314-315). Recoge, además, las ideas principales analizadas a lo largo del volumen, entre las que destaca el modo positivo de presentar el propio dolor como prueba y como momento para ajustarse y profundizar en la felicidad alcanzada y por alcanzar (p. 324).
Al final se ofrece la amplia bibliografía usada en esta obra, sin actualizaciones respecto a la edición de 2006, y un índice de los nombres citados (excluyendo, como es obvio, los nombres de Platón y de Aristóteles, que están continuamente presentes). El conjunto conserva una frescura y una actualidad sorprendente, no solo por el continuo diálogo con autores modernos y contemporáneos, sobre todo filósofos y literatos, sino porque el tema de la felicidad vista como plenitud (como energeia de la propia esencia humana) interesa a todas las personas y en todas las épocas de la historia.